miércoles, 22 de diciembre de 2010

La razón última de la Crisis Ecológica - Textos BL

Aprender en profundidad sobre la crisis ecológica no tiene por objeto infundir el miedo, e intentar mediante su impulso llevar a lo que se podría llamar una “causa medioambientalista”.

Lo que busca es mostrar a lo que nos vemos enfrentados, mostrarlo sin censura, y sin bombos ni platillos, para que de su comprensión se genere la conciencia que nos motive a hacer algo.


A mirar, a buscar, y a cambiar. Y no sólo hacia fuera, hacia las causas evidentes y observables, sino especialmente hacia dentro, hacia las causas subyacentes y ocultas. Las verdaderamente esenciales, las que están en la forma en que construimos sociedad, y en que nos concebimos y tratamos a nosotros mismo. Si a fin de cuentas, la crisis ecológica que amenaza con descontinuar nuestra civilización es la última consecuencia de una crisis social que no da más, la que a su vez es consecuencia de una profunda crisis del individuo.

Esta trilogía de crisis conforma nuestra actual Crisis Civilizatoria, fuente de inspiración para quienes visionariamente buscan otro mundo posible. Y nótese, que esta Crisis mayor no tiene su raíz en las tecnologías de producción, ni en el sistema de distribución, que son sólo síntomas del problema. En el fondo, la Crisis fluye de la reunión explosiva entre tecnologías de alcance planetario (técnica mejorada), formas de organización impersonal (organización a escala), y la inconsciencia del individuo (formas culturales obsoletas).

Así, el problema de fondo –en línea con la teoría crítica- no está ni en el desarrollo de la técnica ni de las formas de organización social, sino en cómo no hemos logrado desarrollar una cultura –y las instituciones políticas que la expresen- que engendre individuos capaces de hacerse responsables de las consecuencias que la amplificación del poder humano ha tenido en la biosfera, y que puedan lidiar con ese poder sin dejarse corromper por él. Desde esta óptica, el problema está en cada uno de nosotros. Ahí está el último enemigo. Ahí es donde algo ha de cambiar.

El valor del entendimiento de la crisis ecológica no está en la comprensión del proceso, ni siquiera en sus consecuencias. Está en conocer su origen… Es un llamado a la introspección. Un punto de inflexión para nuestra civilización, que nos urge a reconsiderar nuestros motivos y nuestras metas, pues al fijarnos los límites bajo los cuales podemos sobrevivir, nos obliga a replantearnos la manera en que deseamos vivir.

Quizás esta conjunción de complejos problemas sea precisamente lo que esta Humanidad requiere para hacer un cambio cualitativo, un salto evolutivo que deje las antiguas formas culturales basadas en el miedo y la dominación, logrando así responder a las expectativas del cambio de era del que tanto se ha venido hablando. Quizás este golpe sea justamente lo que necesitamos para elevar nuestra conciencia hasta lo que Teilhard de Chardin reconociera como la planetización de la conciencia: “de que somos un solo pueblo, que vive en un solo mundo, y que comparte un solo destino”…

Una vez comprendido el proceso ante el cual nos vemos enfrentados, el mundo seguirá igual. La gente seguirá corriendo, los aviones seguirán volando, las fábricas seguirán echando humo y cada uno de nosotros seguirá teniendo sus respectivas tareas, y en fin, a pesar de todo lo que uno comienza a saber, no basta. Y es que el mundo no lo sabe, no lo quiere saber, o no está preparado aún para saberlo.  Al menos no lo suficiente para hacer un salto significativo. Aún.

No sé por cual de los tres motivos (no saber, no querer saber, o no estar preparado para saber) se da la increíble inconsistencia entre las enseñanzas de esta Crisis y el día a día que vivimos, lleno de banalidades y preocupaciones ilusorias. Si al final nos preocupamos más por el número que saldrá en la primera página de un examen, o en la cuenta corriente que poseemos, que de la mantención de las condiciones físicas bajo las cuales podemos vivir, el hambre en el mundo, y nuestra existencia vacía… y aunque muchos saben o intuyen todo esto, la mayoría no hace nada y prefiere seguir en los parámetros establecidos por un simple motivo: Es más cómodo.

¿Y si tú no quieres ser así? Que pasa si tú quieres ser un ejemplo de aquella humanidad que aspira a hacer un salto evolutivo hacia formas amorosas de coexistencia,  que no se resignó a observar cómo destruían el planeta en que vivía y vivirían sus hijos, ni se resignó a observar la injusticia descarnada entre los lujos de unos poco y la miseria de mucho otros, ni tampoco a vivir una vida existencialmente vacía cuya experiencia culmine fuese la “entretención”… entonces ya no te basta con saber.

“Olvidémonos de lo que hemos aprendido. Comencemos a soñar. La juventud no está hecha para la mediocridad, sino para el heroísmo.”

He dicho que con lo que uno sabe no basta, porque para encarnar la visión de una humanidad armónica en sus tres niveles –individual, social, y planetario-, se requiere soñar creativamente un mundo radicalmente distinto del que conocemos, para luego hacer algo en esa dirección.

“Convirtamos el anhelo en más trabajo, pero en trabajo creador. La esperanza en más esfuerzo, pero en esfuerzo visionario, y el impulso en realidad concreta, en crear la realidad que auténticamente queremos. Y es que la acción no debe ser una reacción, sino una creación.” Pues con la creación viva y autentica los mundos dejan de ser iguales. Y será con pequeñas revoluciones a escala humana que se desencadenará el cambio de nuestra era, sinérgicamente.

Al saber a lo que nos enfrentamos, uno comienza a sentir como nos dirigimos al abismo, y cuán loco es que no nos esforcemos en evitarlo, sino todo lo contrario, nos abalancemos decididamente hacia él. Ante esto es mejor hacer todos los esfuerzos para no caer ni en el miedo, ni la angustia, ni la impotencia. No hay que perder la esperanza.

Sintamos, por lo contrario, que se nos ha concedido una espléndida oportunidad. La posibilidad de redefinir nuestra sociedad, de sentar nuevas bases. De constituirla no desde la competencia y el miedo, sino desde la cooperación y el amor. Recordemos entonces que toda crisis es una oportunidad, que todo fin es un comienzo, y surjamos desde el desaliento comprendiendo que a nosotros se nos ha dado la oportunidad de por completo cambiar el mundo.

“Yo veo morir esta era que envejece.
Un mundo distinto renacerá de sus cenizas. Pero no basta simplemente con esperarlo.
Hemos esperado mucho, es necesario cambiarlo.”

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