miércoles, 22 de diciembre de 2010

La Era Ecológica - Textos BL


Hoy se plantea en todos los países del mundo la necesidad del crecimiento económico cuantitativo, sea en un país rico como EE.UU. pseudo-comunista como China, pobre como Sierra Leona o “promedio”, como Chile. Las declaraciones y esfuerzos políticos por apuntalar el crecimiento económico parecen nunca estar ausentes, sea donde sea, y sea desde un gobierno de izquierda o derecha. 



Puede variar algo el nivel del crecimiento y algo la distribución de la riqueza económica generada, pero la lógica de la acumulación y el crecimiento económico, concretizada mediante propuestas y esfuerzos políticos, sigue siempre presente como telón de fondo, inmutable frente a las diferencias históricas, valóricas e ideológicas de las diversas corrientes políticas de peso.

Y así, respondiendo a esta voluntad política, y a esta valoración cultural de fondo, nuestra civilización ha “crecido” vertiginosamente. De forma porcentual ha crecido nuestra economía durante las últimas décadas, y con esa misma dinámica exponencial ha crecido nuestra población, ciudades, escuelas, hospitales, casas, espacios productivos, sueldos, consumo…

Pero todo eso no es gratis; como dijera Lavoisier “La materia no se crea ni se destruye, sólo se transforma”.

Pues mientras nuestra civilización ha crecido materialmente, y se ha expandido nuestro sistema económico a una velocidad vertiginosa, el sistema base sobre el cual se desarrolla –la Tierra- no crece. Como bien es sabido, es redonda. Y así se entrevé el costo fundamental, el costo de oportunidad fundamental de la expansión económica indefinida: a medida que crece, la economía aplasta la naturaleza.

¿Y qué importa?

Porque seguramente nadie dejaría a una persona sin techo por no cortar un árbol, o a un niño desnutrido por no matar a un animal.

El problema no viene de cortar UN árbol, o de matar UN animal. El problema viene de cortar tantos árboles, matar tantos animales, desertificar tanta tierra, generar tanta basura, y quemar tantos hidrocarburos, que lleguemos a efectivamente alterar los equilibrios de la biosfera, provocar la decadencia de la mayoría de los ecosistemas del planeta, y destruir el capital natural del cual lógicamente dependemos para subsistir, porque una cosa está clara: no es posible la vida en un planeta muerto.

Y a pesar de lo inmensamente lógico que suena todo lo anterior, las propuestas y esfuerzos políticos por lograr un crecimiento indefinido, herramientas de la ideología de la acumulación material indefinida, aún desconocen esta realidad innegable a pesar de la preocupante evidencia disponible hoy:

Un tercio de todas las especies vertebradas se extinguieron por nuestra actividad en los últimos 40 años, según la convención de la ONU sobre la diversidad biológica. Cada año se talan más de 13 millones de hectáreas de bosque –sobre 8.600 veces la extensión de la RM-, según la WWF. Un 70% de todas las tierras del planeta aptas para la agricultura están en algún grado de degradación, según la convención de la ONU de lucha contra la desertificación. Y hoy nos enfrentamos a la potencial disrupción generalizada de la biosfera, lo que coloca al calentamiento global por si solo, como uno de los más grandes desafíos de nuestros tiempos, en palabras literales del documento que emanó de la 15va Conferencia del Clima de la ONU en Copenhague, de la cual forman parte todas las naciones miembro de las Naciones Unidas.

En términos generales, todo lo anterior se puede entender como causa de la amplificación del impacto de la Humanidad en el planeta, lo que se ha medido con un concepto denominado “Huella Ecológica”, que agrega todos los recursos que consume, y basura que genera, la humanidad. En concreto, la Huella Ecológica de la humanidad es hoy un 30% superior a la “Biocapacidad” del planeta, la capacidad que tiene la Tierra para regenerar recursos, y para transformar nuestra basura en recursos. Y si seguimos como vamos, en apenas 25 años nuestra Huella Ecológica será un 100% superior a la Biocapacidad disponible, lo que significa que estaremos demandando DOS planetas Tierras, cuando como todos sabrán, sólo tenemos uno[1].

Hoy vivimos sin lugar a dudas en la “Era Ecológica”, caracterizada por la emergencia de un nuevo desafío central para la humanidad: lograr hacerse cargo del poder que ha obtenido del despliegue de sus potencialidades técnicas e intelectuales, armonizando su cultura con los límites insuperables que supone un planeta finito, asegurando la existencia plena no sólo de las generaciones presentes, sino de las futuras, y de las otras especies con quienes co-habitamos la Tierra. Las reglas de nuestra co-existencia en un planeta “lleno” no pueden ser las mismas que cuando el planeta no estaba “lleno”, como dijese Jorge Riechmann.

Pero algo debe quedar claro: el reconocimiento de un nuevo desafío central para la humanidad no significa la displicencia por los grandes desafíos de antaño, y así, la destrucción del capital natural del que dependemos para subsistir no puede ser excusa jamás para tolerar la miseria de grandes segmentos de la población, y las escandalosas injusticias que hoy arrastra nuestra sociedad nacional y mundial.  La simple realidad de que no podemos seguir creciendo económicamente como lo hemos hecho, y que incluso pareciéramos necesitar un rápido decrecimiento económico[2] en varios países y actividades, no nos llama a la apatía y la aceptación pasiva de lo intolerable, sino nos llama a ser aún más críticos con nuestro sistema social.

La comprensión ecológica debe ser usada como herramienta de introspección social que visibilice las contradicciones mas profundas que nos aquejan, bajo la nueva luz que brinda reconocer que el crecimiento económico tiene un límite, y ya lo alcanzamos.

Reconocido esto, ya no podemos pretender evitar que mueran 8,8 millones de niños y niñas menores de 5 años por causas generalmente evitables[3], que más de 820 millones de personas estén desnutridos[4], y que 1.400 millones vivan con menos de 1,25 dólares diarios[5], a punta de más y más crecimiento económico.

El actual sistema socio-económico soporta las brutales desigualdades que genera y reproduce pues promete un futuro de abundancia para todos. La comprensión de la crisis ecológica destruye la ilusión de que en algún futuro incierto todos podamos vivir dignamente.

Dado que ya no existe más riqueza material que podamos producir para que alcance para todos, simplemente ya no podemos resignarnos a que un 16% de la población mundial concentre el 73% de la riqueza económica, mientras que al 70% mas pobre le quede apenas el 13%[6], o que 550 multimillonarios posean una riqueza personal mayor que la renta anual del 43% de la población del planeta[7]. A su vez,  tampoco podemos continuar aceptando que el club de los países ricos tenga una renta promedio 60 veces superior a la renta promedio de los países pobres[8], mientras la transferencia de riquezas de los países pobres a los ricos es casi 10 veces superior a la riqueza que fluye de los países ricos a los pobres[9]?

Así, la “Era Ecológica” no será una época en la cual los problemas ambientales serán prioritarios a los sociales, ni será una época en la cual se aceptarán las injustas desigualdades sociales por razones ambientales. En ella se entenderá finalmente que los problemas ambientales generan y proyectan problemas sociales. Y que no es posible realmente separar la problemática social a la medioambiental, pues la injusticia social culmina en destrucción ambiental, y la destrucción ambiental agudiza la injusticia social.

No obstante toda la evidencia de lo que esta ocurriendo, de todos los signos de ello, y de toda la gente que lo viene mostrando hace décadas, la nueva época en la que estamos entrando pareciera que será reconocida sólo cuando ocurran cambios revolucionarios en contra-corriente a los estilos de vida hegemónicos, producidos por el rápido descenso energético y su correlativo rápido descenso en el flujo y disponibilidad de recursos físicos.

Pues plenamente, la nueva “Era” se presentará sólo cuando se instaure otra ideología dominante en reemplazo de la actual ideología de la acumulación material, caracterizándose por no evaluar el progreso social con la acumulación de capital, y la felicidad individual con la posesión de cosas.

La “Era Ecológica” será finalmente reconocida propiamente con el colapso de la Globalización Económica, y la emergencia de Otra Globalización, fundada en lo que Pierre Teilhard de Chardin reconociera como la planetización de la conciencia: de que somos un solo pueblo, que vive en un solo mundo, y que comparte un solo destino.

Benjamín Leiva                          26 de Noviembre, 2010.



[1] Toda la información sobre Huella Ecológica proviene de WWF, 2008.
[2] Para mayores referencias sobre este concepto, buscar a Serge Latouche
[3] Unifec, Información de ChildInfo.org proveniente de la Inter-agency Group for Child Mortality Estimation, 2008.
[4] Banco Mundial, World Development Indicators database, 2010.
[5] ONU, Objetivos de desarrollo del milenio, informe 2009.
[6] Banco Mundial, idem
[7] Cálculo basado en la revista Forbes 2010, Special Report: The World´s Billionaries, y el Banco Mundial, Idem.
[8] Ladislau Dowbor, La reproducción social, 1998.
[9] Banco Mundial, World development report, 1995.

No hay comentarios:

Publicar un comentario